Fábrica de harina de Federico Estela. Calle Marchalenes, 43

Fábrica de harina de Federico Estela. Calle Marchalenes, 43. Primera parte.

La siguiente serie de artículos consta de tres partes:

1- Los orígenes de la industria harinera: contexto histórico.
2- La mecanización del molino de Bas y el nacimiento de la Fábrica de harina de Federico Estela
3- De la Viuda de Federico Estela a la Unión Conservera y Arrocera S.A.

La presencia de la acequia de Mestalla facilitó que Marchalenes se convirtiese en una zona molinera. En el siglo XIX existían dos molinos muy próximos entre sí: el molino de la Esperanza y el Molino de Bas, dedicados  a la obtención de harina de arroz. A mediados del siglo XIX Marchalenes era además una zona de expansión industrial y urbana por lo que en las décadas siguientes convivirían en la zona, cultivos de huerta, molinos tradicionales, fábricas de harina y nuevos talleres e industrias.

Fotografía del Molino de la Esperanza en el barrio de Marchalenes.

La zona había contado con presencia de molinos desde tiempos de la conquista de Jaime I y es probable que el molino de Bas deba su origen al antiguo batán medieval de En Ferrada, aunque bien es cierto que los batanes usan la fuerza hidráulica para accionar mediante juegos de engranajes un sistema de mazos destinados a ablandar y curtir lanas y pieles en tanto que los molinos harineros la emplean para traccionar los rodillos o piedras de molienda. Sin embargo y pese a la naturaleza diferente de ambos ingenios hidráulicos no es inviable que un batán fuese transformado en molino en función de las necesidades del propietario, siempre y cuando este pudiese acometer las transformaciones necesarias.

Ubicación del molino de Bas. 
AHMV, Foment, Eixample, caixa 3, exp 62-63.
Extraído de  Mangue Alférez. Marchalenes...

El molino arrocero de Bas perteneció a la familia Sa Noguera desde el siglo XVI y hasta el siglo XVIII, a partir de principios de esa centuria pasó a la familia Castellví que lo explotaba arrendándolo a  maestros molineros. En torno a 1830 este molino constaba de cuatro muelas movidas por el agua del ramal de Algirós de la acequia de Mestalla, no poseía derramador y aprovechaba el discurrir de la acequia por el declive de la calle Marchalenes (hoy Doctor Olóriz) para obtener la energía hidráulica necesaria para mover sus cuatro muelas. Se trataba por tanto de un molino hidráulico tradicional de corriente continua capaz de molturar a tiempo completo sin recurrir al sistema de balsadas.

Elementos de un molino arrocero. Extraído de la web:
 http://mayores.uji.es/blogs/antropmorve/

Durante la segunda mitad del siglo XIX los productores locales de arroz comienzan a acusar problemas a causa de la competencia de arroz procedente de las colonias de extremo oriente a las que se sumó una creciente regulación sobre su cultivo por razones sanitarias, al constituir los arrozales puntos aptos para la proliferación del cólera y el paludismo. La necesidad de controlar y regular la extensión de los arrozales no era nueva y se remontaba a los tiempos de Jaime I, reapareciendo periódicamente con nuevas disposiciones que sospechamos, tuvieron poco éxito ante el déficit periódico de cereal que aquejaba a la ciudad y que la forzaba a depender de las importaciones de trigo castellano y de las plazas y territorios de la Corona de Aragón en el sur de Italia.

 El delicado equilibrio entre las necesidades de abastecimiento de la ciudad y los inconvenientes higiénicos del arrozal convirtió la regulación del cultivo en un debate recurrente que aparece incluso en la obra de Cavanilles, cuando éste recomienda que solo los terrenos de naturaleza pantanosa en su estado natural sean reconvertidos en arrozal, que se mantenga siempre corriente de agua, evitando su completo estancamiento y que ningún arrozal se estableciese a menos de media legua de un núcleo de población. En 1860 los legisladores debían tener bien presentes los anteriores fundamentos cuando establecen por Real Orden que solo los terrenos de naturaleza pantanosa sean considerados aptos para arrozal.

A partir de la década de los sesenta del siglo XIX se inicia el proceso de reconversión de los antiguos molinos arroceros de la huerta en fábricas harineras, mediante la introducción de innovaciones técnicas que optimizaban el proceso de descascarillado y pulido del arroz para consumo humano. Hasta entonces se realizaba un primer descascarillado manual mediante la técnica del aventado: un grupo de operarios aprovechaba un día ventoso para lanzar contra el viento montones de arroz sirviéndose de baleos, palas, cedazos, capazos o cualquier  otro recipiente que permitiese practicar lanzamientos de manera regular y constante, de forma tal que la mayor ligereza de la cascarilla permitía su arrastre por el aire en tanto el grano caía por su propio peso. Tras el aventado el grano pasaba al molino donde recibía unas primeras pasadas destinadas a eliminar los restos y pulir el grano.

Aventando el arroz

La técnica poseía notables inconvenientes: era laboriosa, el rendimiento dependía del número de operarios y la operación de pulido propiciaba la rotura de buen número de granos, de tal forma que se precisaba un cribado manual para separar los granos sanos, que podían derivarse al comercio de arroz para consumo, mientras que los granos quebrados o de menor calibre eran destinados a la producción de harina. Todo ello se traducía en rendimientos bajos que lastraban a los productores locales en un momento en el que, tal y como hemos visto, el mercado peninsular comenzaba a acusar la competencia de los arroces procedentes de las colonias de ultramar.

Continuará en la próxima entrada.

BIBLIOGRAFÍA

Glick, T.F., Guinot, E., Martínez, L.P. (2000): Els molins hidràulics valencians: tecnologia y context social. Institució Alfons el Magnànim, Valencia.

Mangue Alférez, I. (1999); Marxalenes: de alquería islámica a barrio de la ciudad de Valencia. Ayuntamiento de Valencia, Valencia.

Martínez Gallego, F.A. (1995); Desarrollo y crecimiento: la industrialización valenciana (1834-1914). Generalitat Valenciana, Valencia.





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