DE COMPRAS POR VALENCIA EN NAVIDAD A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

DE COMPRAS POR VALENCIA EN NAVIDAD A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

Llegan las Navidades con mensajes de unidad, de paz y amor y sugerencias de reencuentros familiares al calor del fuego mientras la nieve teje a copos su blanco manto. O acaso no sea así y la visión idílica patine un poco en la mediterránea Valencia, donde rara vez ha nevado y lo más parecido a una fogata es la bomba de calor del aire acondicionado. No obstante con estas fechas el mundo parece condenado a rememorar las esencias de una improbable Navidad alpina e incluso los gobiernos que hacen ascos a la tradición del belén se empeñan en plantar gigantescos abetos simulados.

Nevada de 1885 sobre Valencia. Fotografía de Antonio García.

Lo que no falla es el impulso consumista, ya sea animado por el espíritu generoso que nos impulsa en estas fechas a hacer regalos o porque en nuestra sociedad solo necesitamos una modesta excusa para llenar nuestras casas de caprichos. Por cierto, si quieres hacer un buen regalo, obsequia a tus seres queridos con nuestro libro Comercios Históricos de Valencia, edición 2017 a todo color, de venta en librerías… ejem…

Con menor impetu, pues la mayor parte de la población no andaba para derroches, también a principios del siglo XX, los habitantes de la populosa Valencia aprovechaban estas fechas para cumplir con las tradiciones: comer dulces y turrones, reunirse en familia y hacer regalos, en especial a los niños según, claro está, la capacidad económica de cada cual aunque la mayoría debía contentarse con poca cosa.

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El mes de diciembre anunciaba la llegada a Valencia de los turroneros. Venían desde Jijona, con sus caballerías cargadas de mazapán, peladillas, dulces y turrón y se establecían en portales en los que montaban improvisados tenderetes. Cuando vendían el género o acababan las fiestas desandaban el camino andado para retornar a sus obradores a iniciar un proceso que se repetía año tras año. Turrones Ramos, en la calle de la Sombrerería, debe sus orígenes a ese comercio estacional.

Los turroneros ambulantes rivalizaban con las pastelerías. Muchas de ellas también podían elaborar turrón, pero el producto navideño de Valencia, en especial para el día de reyes era la casca, un mazapán en forma de rosquilla que se podía rellenar de boniato, yema de huevo o calabaza. A principios del siglo XX comenzó a ser desplazada por la moda del roscón de reyes, difundido en principio por su nombre en francés: gateau de roi. Las confiterías de los hermanos Burriel tuvieron un papel destacado a la hora de implantar en Valencia esta nueva moda, que era tenida como costumbre refinada.  Por cierto, en aquella época el agraciado con la figura no era coronado sino que debía realizar alguna zalema o mohín gracioso a la concurrencia.


 Pocos niños tenían la fortuna de recibir juguetes pues a la mayoría, con suerte,  se les regalaba algún dulce, chocolate o frutos secos. Solo los hijos de la burguesía adinerada o de las pocas familias que vivían con cierto acomodo podían esperarlos. Para la mayoría la infancia era un periodo corto y de existencia humilde que pasaba con ropa remendada heredada de los hermanos y concluía a las puertas de la adolescencia, cuando los niños se incorporaban a la fábrica, a las labores del campo o como aprendices en alguna tienda y las niñas a las tareas del hogar, a coser y lavar a sueldo o al servicio doméstico de alguna familia pudiente.

Los juguetes se compraban en bazares generalistas, como los famosos Giner o Los Valencianos de la calle de Zaragoza o especializados como el Gran Bazar Colón. Según se fue abriendo el abanico de familias que podían permitirse la adquisición de juguetería fueron abriendo establecimientos específicos, las tiendas de juguetes. En 1914 eran seis y estaban en el número 1 de la calle de las Barcas, en el 7 de la plaza Cajeros, en los números 7 y 8 de la plaza de la Merced, en el 10 de Aluders y en el 27 de Adressadors además del mencionado Bazar Colón.

Ese mismo año operaban en la ciudad 13 fábricas de juguetes, la mayoría de ellas modestas y artesanales en gran medida. Alguna además fabricaba acordeones, un instrumento que durante buena parte del siglo XX fue a menudo considerado entre los juguetes, como un entretenimiento infantil más, aunque sospechamos que la calidad de estos instrumentos distaba de los estándares profesionales de calidad de los instrumentos orientados a su uso por músicos cualificados. Posiblemente esta asociación de ideas entre juguete e instrumento resulta del hecho de que el acordeón, inventado en el primer tercio del siglo XIX fue rápidamente incorporado a la música popular pero quedó al margen de las orquestas sinfónicas e interpretaciones de música culta.

Portada de un cuento, obsequio a sus clientes del Gran Bazar Colón.

Si alguien quería poner belén y podía permitirse el gasto, adquiría el nacimiento en tiendas efectos religiosos. Hoy en día la tradición ha perdido mucho de su significado sacro y los belenes se han convertido en montajes decorativos que se elaboran por costumbre o por afición al modelismo pues a fin de cuentas se trata de reproducir un paisaje y escenas en miniatura. Sin embargo a principios del siglo XX el nacimiento era cosa tan sagrada como el crucifijo o cualquier símbolo de la fe cristiana. No era tan solo un juego que se monta por tradición, diversión y adorno sino la escenificación de uno de los momentos culminantes de la revelación del Evangelio: su propio nacimiento y como tal, revestido de un aura sacra. La Sagrada Familia era exactamente eso: sagrada, no una mera colección de figurillas de plástico.

En la primera década del siglo XX había nada menos que 12 tiendas de efectos religiosos y ornamentos para iglesias y eso sin considerar que orfebrerías y platerías generalistas también podían recibir determinados encargos como cálices, patenas o crucifijos; que las cererías tenían en las iglesias a sus mejores clientes y que determinadas piezas podían encargarse a escultores o pintores. La más conocida es la Tienda de las Ollas, de la calle Derechos que hoy en día por estas fechas aún vende figuras para belén.

No nos extendemos más y concluimos este recorrido por los comercios navideños de hace cien años con este sucinto repaso  a esos productos tan propios de la Navidad como el turrón, el roscón, los juguetes y el belén. ¡Los autores de Comercios Históricos de Valencia os deseamos unas felices fiestas!


Gumersindo Fernández Serrano y Enrique Ibáñez López

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